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MARTÍN LUTERO
(1486 - 1546)


 
 
Nace en Eisleben, Alemania. Hijo de padres campesinos. Desde muy joven se dedica al estudio. Su formación preparatoria la hace en Eisenach antes de matricularse en la Universidad de Leipzig (1501). Lutero recibió su bachillerato en Artes (1502) y su maestría en 1505. En Julio de ese año entra en la orden de los Agustinos en Erfut, motivado a voto hecho en “un momento de terror”, cuando un rayo lo hizo ir al suelo durante una tormenta. Sin embargo, ya antes de esto le preocupaba su salvación y probablemente hubo otros incidentes que influyeron notablemente en su decisión de hacerse monje. En el convento siguió sus estudios y se hizo sacerdote en 1507.

En 1508 fue transferido a la Universidad de Wittemberg donde obtuvo el grado de Baccalaureus Bíblicus en 1509 y el doctorado en Teología en 1512. Allí enseñó Teología Moral y La Escritura, además de ser el párroco de la Iglesia de la Universidad de Wittemberg El pensamiento de Lutero recibió influencia del realismo de Ambrosio de Milán y de Agustín, pero también en gran manera de Guillermo de Ockham, que entre sus principales enseñanzas se destaca : que los fenómenos naturales podían investigarse mediante la razón , más para él, Dios estaba por encima de todo conocimiento. No puede aprehenderse por medio de la razón, según enseñaban los seguidores de Tomás de Aquino, o mediante la iluminación como pensaban los agustinianos, sino únicamente mediante la fe. 

Por razones de espacio no entraremos en detalles de cómo se desarrolló su pensamiento y sus escritos.
Para Lutero, el tema central y llave para la interpretación era “La Justificación por la fe”. Esta es la doctrina primaria. A causa del pecado original, el hombre se halla en necesidad de reconciliación con Dios. La reconciliación y el perdón de los pecados son la esencia de la justificación; la justicia de Cristo es imputada al creyente que la recibe por la acción del Espíritu Santo. No es el mérito u obras del hombre, sino solamente la gracia de Dios lo que lo justifica delante de Dios. Sola gratia y sola fide son las frases que se usan para resumir esta doctrina, explicada en el artículo IV de la Apología de la Confesión de Augsburgo. Las buenas obras son el fruto de la fe. Un árbol bueno da frutos buenos, “la fe que justifica obra”, decía Lutero. Por lo tanto un creyente realiza buenas obras. Estas buenas obras, también, son frutos del Espíritu. El creyente , “simul iustus et peccator “ (“justificado y pecador a la vez”), lucha contra el mal, y procura hacer el bien. La vida espiritual según Lutero es engendrada y alimentada por los medios de gracia. Palabra y Sacramentos. Para Lutero, Dios obra por medio de su Espíritu Santo a través de la Palabra y sacramentos (bautismo y la Cena del Señor), nunca actúa fuera de ellos. La Palabra de la Bíblia (Antiguo y Nuevo Testamento) han sido dados por inspiración divina y por lo tanto son auténticos, confiables y capaces de lograr sus divinos propósitos. Su propósito es ante todo, “hacer sabio para salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (II a Timoteo 3:15). Otros de los propósitos de la Escritura para Lutero es fortalecer al cristiano en su vida diaria en la vocación a la que ha sido llamado, consolarlo en la tribulación, refutar a los que adversan al cristianismo y enseñar la sana doctrina. Mediante la Palabra y el Espíritu llama a los hombres, los ilumina, los instruye, los santifica y los congrega en su Iglesia. La Escritura es la única fuente, regla y norma de fe: sola Scriptura.

Los sacramentos instituidos por Cristo, junto con la Palabra son el centro de la vida cristiana. El bautismo es considerado como el agua del nuevo nacimiento, un medio por el cual el nuevo nacimiento se efectúa, tanto en niños como en adultos. La Santa Cena, no es una mera comida memorial u ordenanza, sino que fue instituida por Cristo para el perdón de los pecados, el fortalecimiento de la fe y como expresión de la unión con él y con los hermanos creyentes. En el pan y el vino de la Santa Cena, están realmente presentes el Cuerpo y la Sangre de Cristo mismo. Lutero creía, enseñaba y confesaba la Real Presencia de Cristo (que no ha de llamarse consusbstanciación) en el Sacramento. “Este es el Evangelio”, decía Lutero.

La teología luterana es fuertemente cristocéntrica. El mensaje de la obra redentora de Cristo es el mensaje central de la Biblia. Cristo, “Es el hilo de oro que une a toda la Escritura”, decía Lutero. El nuevo nacimiento en Cristo y alcanzar la vida nueva son la esencia del bautismo; la comunión con Cristo y la participación de su cuerpo y de su sangre son lo esencial en el Sacramento del Altar. Solus Christus es el centro de la teología de Lutero.

También enfatizaba en la enseñanza de la Sagrada Escritura, la diferencia entre la Ley y el Evangelio. La Ley condena y muestra el pecado del hombre. El Evangelio salva. La Ley aterroriza. El Evangelio consuela. La Ley revela la ira y el juicio de Dios. El Evangelio revela la gracia y misericordia de Dios. En relación con la predestinación, Lutero enseñaba que Dios ha escogido a los hombres antes de la creación del mundo para la salvación “pues él no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Esta enseñanza se da para consuelo del creyente, para asegurarlo de su salvación. Lutero no enseñaba una predestinación a la reprobación o condenación.

Cristo Jesús, en la teología luterana es Dios y hombre verdadero. Con el Padre y el Espíritu Santo es miembro de la Santísima Trinidad, el único Dios. Se encarnó, nació de la Virgen María, a fin de cumplir la ley, sufrir , morir, y resucitar para la redención de la humanidad. En él las dos naturalezas, la humana y la divina están unidas en una sola Persona. Esta unión es verdadera y real, es personal y permanente. Lutero se adhiere a la fórmula del Concilio de Calcedonia: “Confesamos a uno solo y el mismo Jesucristo, Hijo y Señor unigénito, en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación” A Cristo se le ha dado el ser cabeza de la Iglesia. 

La Iglesia está compuesta por todos aquellos que confían en Cristo Jesús como su salvador, Redentor y Mediador. ”Son los corderillos que escuchan la voz del Buen Pastor” que han entrado en una comunión salvífica con Cristo. La Iglesia es santa porque sus miembros han sido santificados por el Espíritu Santo y “participa de las cosas santas” (Palabra y sacramentos). Es una, porque está tiene un solo Señor y está unida a él; es apostólica porque está fundada sobre la proclamación de los apóstoles, el Evangelio de Cristo, es católica o universal porque no está restringida a un pueblo, nación o época. La Iglesia invisible no es una estructura patente; la iglesia visible está conformada como organización. Los signos distintivos de la verdadera iglesia según Lutero, son: la predicación pura de la Palabra de Dios y la correcta administración de los sacramentos, tal como los instituyó Cristo. En cuanto al gobierno eclesiástico en tiempo de Lutero era episcopal, actualmente no hay uniformidad. Algunas iglesias luteranas son de carácter episcopal, otras son congregacionales, otras tienden a una forma de organización presbiterial. Algunas son apoyadas por el estado, otras son iglesias libres o sociedades eclesiásticas voluntarias. En cuanto a la relación Iglesia y Estado. Lutero enseñó que ambas han sido puestas por Dios y debe existir una justa distinción de roles y relación entre ambas instituciones. Esta distinción no debe ser confundida con ideas modernas relativas a iglesia y estado, en que se considera el estado como algo fuera de la esfera religiosa. De acuerdo con Lutero, Dios gobierna en ambas, tanto en la esfera secular como en la espiritual.

También enseña el sacerdocio de todos los creyentes, todos los creyentes son sacerdotes delante de Dios para ejercer la vocación cristiana a la que fue llamado.

En cuanto al ministerio, este es de carácter divino instituido por Dios, y ninguna persona debe enseñar, predicar y administrar los sacramentos, sin un llamamiento legítimo por parte de la congregación de creyentes o iglesia. Consideraba a la ordenación una buena costumbre y práctica para el buen orden en la Iglesia, cuyo origen se remonta a la Iglesia antigua, pero no absolutamente necesaria. Lutero no excluyó de la liturgia, los paramentos, las vestimentas, ni el arte en la iglesia, y los consideraba provechosos en la adoración cristiana. Reformuló la Misa usando el lenguaje sencillo del pueblo, en contraste del latín usado en la época, con un enfoque escritural y cristocéntrico. Los ritos y las ceremonias los consideraba como cosas adiaforas (indiferentes), y se podían usar con tal de que el Evangelio no sea viciado o anulado por ellas. Prácticamente es el padre de la himnología evangélica, escribió muchos himnos, destacándose entre ellos “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Lutero fue también pionero de las escuelas parroquiales, al sacar la educación de los conventos y monasterios y ubicarlos en la ciudad. Lo que más hay que destacar, es que él no se propuso a fundar una nueva iglesia, sino que ésta se reformara volviendo a la fuente de la Sagrada Escritura. Sus escritos tuvieron amplia repercusión, no solo en su época sino que transformaron en buena parte la cosmovisión de la Iglesia, cultura y sociedad en Occidente aún en nuestros días. Su grandeza puede medirse por el hecho que durante los más de los 450 años desde de su muerte, más libros se han escrito acerca de él que acerca de ningún otro personaje de la historia, a excepción de Jesús de Nazaret. Lutero fue reconocido a comienzos del 2001 por varias instituciones mundiales, como el personaje más influyente del segundo milenio de la historia.

Rev. Gerardo A Hands.

Bibliografía consultada.

- Diccionario de la Historia de la Iglesia. Editorial Caribe. Miami Fl. 1989.

- Historia da Teología. Bengt Hägglund. Concordia Editora. Porto Alegre. 5º Edición. 1995.

- La Iglesia de nuestros Padres Roland Baiton Editorial La Aurora. Buenos Aires. Tercera Edición. 1969.

- Martín Lutero. Roland H . Baiton . Ediciones Cupsa. Tercera Edición. México 1989.

- Historia de la teología Cristiana. E. Vilanova. Tomo II . Editorial Herder . Barcelona. 1992.

- Historia de la Iglesia. Joseph Lortz. Tomo II. Ediciones Cristiandad. Madrid. 1982.

- Una Historia Ilustrada del cristianismo. La Era de los Reformadores. Tomo 6 Justo Gonzalez. 
Editorial Caribe . 1989

Tomado de: 
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